domingo, 30 de mayo de 2010

Sempiterno

Tal vez estos ojos vislumbraron algo de todo eso que me quisiste mostrar. Una suave brisa corrió el punto de vista inicial. En una pequeña caja tejida de tenues hilos de luz y conciencia se encuentran guardados los recuerdos de un alma. Unos ojos verdes de mujer, algunas calles, un girasol, el olor de una iglesia, las flores blancas, el perfume del pan, un ombú, los nidos de los horneros, latas, caricias, una lagrima en un papel avejentado, unos viejos zapatos sin lustrar, los primeros miedos de mujer y mi inocencia cruelmente arrebatada.

Ahora una hoja de otoño tardío cae, llora. Ahora la colilla de un cigarrillo encendido comienza a quemarse, duele.

Un lugar lejano y deseado... Acá todo es falso, unos hombres tristes en la plaza gritan TRUCO!, y ríen falsamente, unas señoras caminan apuradas, falsamente preocupadas por su figura. Un perro le hace, falsamente, trucos a su amo, que falsamente lo felicita, y el follaje, falso, de los arboles me cuenta el final de un otoño falso, en una plaza falsa de una ciudad gris.

Puedo ver ahora también la desdicha de una palmera fría. Tan desdichada la pobre bailando sola un tango infeliz por última vez, porque el viento la mece y ella lo sigue como puede tratando de entender cómo seguir aquel baile. Pero nunca más, aquel baile nunca más. Esa brisa suave nunca más.

Nunca más un abrazo de la tierra, ni una mirada, ni las sonrisas, ni los tangos. No habrá mas nada porque también seria el todo, y todo es estabilidad insoportable y arrutinada. Nunca más el alma atada y encadenada, con sus cortocircuitos y sus deberes, el alma fría y cansada, llorosa, turbia y suculenta. Solo quedaran las voces que puedan decir si y no, el anexo de un sentimiento sin sentido, y nada de recuerdos, ni de ayeres equivocados.