jueves, 31 de octubre de 2013

Reflexiónes Oníricas I

Soñé que soy mama. Que lo fui. Que lo era. Veía a mi hijo envuelto en mantas en brazos de otras mujeres, todas pasaban por la experiencia de acobijar a ese pequeño latir, yo no. Yo me consumía en deseos, yo no soportaba la espera, me quemaba el pecho una y mil veces por no sentir a mi hijo. Lo arrebate sin  pensar y con furia de las garras de un mujer. Esa mujer, no una mujer cualquiera… ella. Cuando lo tuve en mis brazos, como una pequeña lombriz resbalosa, sobrevino el viento de mis tormentas. Estaba frío, sus pies helados se  clavaban en mí, nada le daba calor. Ni mi pecho maternal, ni mis manos maternales, ni mi deseo de que esté siempre cómodo y caliente. Tenía un hijo sin nombre que no paraba de moverse entre mis brazos. Su cuerpo escurridizo aumentaba y disminuía de tamaño a su antojo. Lloraba, berreaba, con fuerza y constancia. Yo intuía que su llanto era mi desatino. Mi desatino maternal eterno, él siempre lloraría, por fuera o por dentro. Tenía un hambre voraz que no podía saciar. Pensé en amamantarlo y sentí que mis pechos enflaquecían. Estaba seca, nada saldría de mí que pudiera calmar o colmar a esta criatura que se hacía cada vez más pesada en mis brazos. “Hay que ponerle nombre a este animalito” pensé. Siempre quise llamar “Constantino” a mi primogénito. Y mientras las miradas acusadoras de todas las mujeres se clavaban en mí como mil agujas acusatorias, desperté. Sabiéndome vacía. Sabiéndome mujer. Sabiéndome no madre. Sabiéndome creadora y destructora de un futuro distante.

sábado, 4 de mayo de 2013

God's in his heaven, all’s right with the world

Una mujer se sienta en un sillón. Enciende un cigarrillo. Se inclina hacia adelante.
Una lagrima brota desde el rabillo del ojo. Rueda suavemente por la mejilla. Cae al piso.
Una mano temblorosa se cierra lentamente. Late. Como un corazón débil.
La ceniza acumulada cae. Se deshace en un nanosegundo. Cubre el piso.
Una brisa suave entra. La piel se eriza. El cuerpo se encoje.
Un rastro de sal reseca la piel. La curte. La surca.



(Un pensamiento fugaz.)



El cigarrillo humea. Se apresura. Se consume.
Un ardor activa los nervios. Un movimiento rápido. Se apaga.
Una breve llama se enciende. Otro. El humo fluye.
Una boca reseca busca alivio. No existe. La garganta se desgarra.
Los ojos se fijan en su objetivo. Unas falanges huesudas. Desconocidas.
Las manos irreconocibles la reclaman. La incitan. La provocan.




¿Quién soy hoy? Palpo mi rostro entumecido y reconozco las facciones. Una máscara inescrutable que me puse quién sabe cuándo. Encontré abovedados en mi piel mil miedos que no conocía. El tiempo me volvió débil (Fallido) Yo me volví débil con el tiempo (Fallido) Yo siempre fui débil y temerosa. El dilema del erizo.

***

-¿Qué es esto? ¿Soy yo? ¿Las formas que otros reconocen como yo? Es mi representación. Esta. Esta. Todas son representaciones mías  Solamente descripciones, no el yo verdadero. ¿Pero entonces que es lo que soy? 



(¿Que soy yo?)


-¿Soy esto? ¿Es mi verdadero yo o un falso yo?
-Tú eres tú. Tienes tu propio espacio bien delimitado, con su propio tiempo.
-Sí, es verdad. Mi ropa. Mis zapatos. Mi habitación. Todo eso es parte de mi.
-Esas cosas son reunidas por tu voluntad.
-Las cosas que considero yo mismo, son yo mismo. No soy otra cosa que yo mismo. Pero aún no me comprendo. ¿Dónde estoy? ¿Qué es lo que soy? ¿Qué es lo que soy?



***

Un espejo cóncavo devuelve a la mujer su imagen real. La distorsión que ella ve cuando escruta en su interior. Nadie puede negarle esa realidad parcial. Su mente (como la de cualquier ser mortal) es como la casa de los espejos, un laberinto confuso, donde difícilmente distinguimos una imagen real de una falsa, y donde nuestra propia imagen se multiplica y se distorsiona al infinito.

Ella, sacude sus recuerdos, vuelve por un instante de su trance, y se cruza con unos ojos difusos que la miran fijamente. Vuelve a reconocer el plano en el que se encuentra. Esas manos huesudas aún siguen ahí, inútilmente, convocándola.



(El reloj se ha adelantado ya varias horas.)



Una caricia áspera, una mirada hueca, el destino inevitable de besar secamente sus labios. Ella necesita sentir. Saber que aún está allí, aunque más no sea por un instante. Displicentes cariños semiautomáticos.
Es todo lo que tiene para dar. Charlas insulsas de alcoba. Cigarrillos desabridos. Un café que se enfría lentamente, abandonado en una pequeña mesa derruida.


***

-Deseas una barrera para alejarte del mundo.

-Dios mío. Nadie me comprende.
-Eres un tonto. Por supuesto que nadie te comprende. Nadie puede comprenderte.
-La única persona que se interesa en ti, que te comprende, eres tú mismo.
-Así que debes cuidarte.
-Pero ni siquiera sé quién soy yo mismo ¿Cómo me comprenderé? ¿Cómo puedo cuidarme a mí mismo?
-Tienes miedo.
-Aún eres inestable.
-Tu yo presente.
-Quienes rodean a tu yo presente.
-Y el medio ambiente que rodea a tu yo presente.
-Ninguno de ellos es permanente.
-El tiempo continúa fluyendo.
-Tu mundo está en un estado de constante cambio. Y tú mismo siempre estas sujeto al cambio, siguiendo la fluctuación de tu mente.
...
......
.........


***

Todo cesa repentinamente. Con sus sentidos desorientados busca a tientas en la obscuridad. La negrura cubre todo al alcance de sus ojos y sus manos. No encuentra nada que tocar. La humedad invade el aire, un olor penetrante le penetra la piel y se cuela en su sangre. Encuentra el límite. Un lecho frío, empapado de sudores viejos, pegajoso. El aturdimiento no le permite pensar, solo vuelve sus ojos sin rumbo en busca de una respuesta que le salte a la vista. Por una rendija se cuela un ínfimo rayo de luz, que espera impaciente ser descubierto. La mujer voltea, y vuelve a sumergirse en su sueño profundo.










http://www.youtube.com/watch?v=GW3BkKuz11E


martes, 23 de abril de 2013

Mi derrotero recurrente

He visto las huestes del Hades
Transitando caminos conocidos.
Me han pasado por al lado, sin verme,
Y yo silbando bajito.
He sentido un viento gélido en mi rostro
Mientras caminaba hacia el río,
Y mi piel, cada vez más pálida,
No se ha erizado.
He olfateado la fetidez de la ciudad
Mezclado con el aroma de los hogares.
Y mi reflejo en las ventanas cálidas
Me ha devuelto una mirada turbia.
Una vista panorámica de la ciudad
Se invierte, se distorsiona.
Todo cae en un torbellino abrupto.
Ya no conservo mis pasos
Y no encuentro el lugar de mis pies.
Floto a la deriva, como la basura derramada.
Como un papel desechado.
Me busco en un lugar incierto,
Intento volver sobre mis pasos,
Pero ya es tarde.
El viento lo ha borrado todo.
Una nube de polvo se eleva,
La tierra se mete en mis ojos,
En mis pulmones,
Me penetra por cada orificio.
Y aún así, me siento volátil,
Liviana, frágil.
Soy dubitativa.
Soy inconsistente.
Soy débil.
Soy sincera.
Soy inútil.
Soy simple.
Mis razonamientos son simples.
Mis pensamientos son inútiles.
No vale la pena. Hoy.
Soy todos los yo que me miran.
Hoy. Soy todos ellos, menos yo.
Yo estoy ciega. Hoy.