lunes, 17 de diciembre de 2012

Culto a la infinitud de un instante.

De pronto, la sangre que corre,
Y le abrasa, como mil hormigas de fuego, la piel.
Y el delirio febril, que solo le devuelve una mira dislocada.
Una fuente de roja alquimia.
Los pensamientos se diluyen y gotean en la mesa.
Frente a la mirada atónita,
Un destello carmesí se fuga.
Unas manos rinden culto a Baal,
Danzando frente a unos ojos truncos.
Un agujero negro, y en el fondo,
Una palabra ininteligible,
Como proyectada sobre una gran pantalla en blanco...
Fuera de foco.
Miles de palabras fuera de foco.
Letras y sílabas sin sentido unificado.
Lenguas muertas.
Todo recayendo sobre él.
Y la inevitable destrucción,
El estallido de su inconsciencia al tocar aquel fondo lábil.
Una nota de suicidio.
Una simple nota.
Un Si bemol, o un Fa menor, tal vez.
Con gran destreza se desliza hasta la garganta rasgada
Y se libera en un graznido débil.
El rostro pálido se refleja eternamente
En el espejo de fuego que se pinta sobre la mesa.
Yace ahí, un eterno Narciso.
Con sus ojos huecos contemplando la infinitud de la belleza.
Los vapores de su cuerpo pútrido
Tal vez despierten, algún día, la curiosidad de sus vecinos.